Por Eduardo Bertoni, Profesor de Grado y Posgrado y Director del CELE.
La asamblea general de la Organización de los Estados
Americanos (OEA) que comienza hoy en Cochabamba, Bolivia, parecería un
encuentro más de los cancilleres de la región. Una reunión prevista para
un par de días, con la aprobación de decenas de resoluciones, cuyo
cumplimiento tendrá un leve seguimiento. Sin embargo, a pesar de las
apariencias, estamos frente a una asamblea envuelta en un hecho muy
peligroso: el intento de debilitar de manera grave la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y su Relatoría Especial para
la Libertad de Expresión (RELE), cuyo mandato es la promoción,
protección y defensa de un derecho consustancial con la democracia.
Todo comenzó el año pasado. Un grupo de funcionarios
elaboró un documento para "fortalecer" el sistema interamericano de
derechos humanos. Su redacción, impulsada por Ecuador, encendió la
alerta porque transformaría a la RELE en una oficina burocrática sin las
luces y los brillos de los últimos años.
Cuando, a comienzos de 2012, ese documento se discutió
en el Consejo Permanente de la OEA, hubo países como la Argentina,
Canadá, Chile, Costa Rica, Panamá, Uruguay y Estados Unidos que
expresaron la importancia de respetar la independencia y autonomía de la
CIDH y la RELE. Pero la historia siguió, y hoy estamos frente a la
posibilidad de que se adopte una resolución que puede significar un
grave debilitamiento de la Relatoría.
Las propuestas de quienes siguen a Ecuador para
"fortalecer" el sistema interamericano de protección de derechos humanos
apuntan, en realidad, a lo contrario.
Por ejemplo, la RELE ya no podría publicar un informe
anual propio donde se denuncian violaciones de la libertad de expresión,
separado del informe de la CIDH. Es decir, se pretende "fortalecer" el
cuidado de los derechos humanos impidiendo que se publique un informe
que lleva una práctica de más de una década. En lugar de pedir más
informes especiales, se pide que uno desaparezca.
Asimismo, se argumentó que se "fortalecería" el sistema
interamericano si la RELE no tuviera los recursos financieros que hoy
tiene para dar paso a una distribución balanceada entre las otras
relatorías de la CIDH. En lugar de más relatorías bien financiadas, se
propone que la oficina para la libertad de expresión, cuya eficacia ha
sido demostrada, no tenga los recursos que necesita.
La RELE opera exclusivamente gracias a contribuciones
de Estados europeos y de nuestro continente, que, es de destacar, nunca
suspendieron su apoyo por estar en desacuerdo con el trabajo de la
Relatoría. Su presupuesto operativo, en términos comparativos y teniendo
en consideración que es una oficina que debe atender las necesidades de
todo el continente, es llamativamente bajo. Las recepciones y cenas que
se organizan durante la celebración de la asamblea general posiblemente
se acerquen a cubrir parte de los gastos de la RELE.
Debemos estar atentos al rol que en Cochabamba jugarán
países como Brasil, Colombia y México. El primero, porque dada su
relevancia global y su pasado de violaciones de derechos humanos, daría
un pésimo mensaje al mundo si, en la asamblea, se suma a los que
prefieren que el sistema interamericano de derechos humanos en la
práctica desaparezca [Ayer, el canciller brasileño Antonio Patriota se
manifestó a favor de las recomendaciones de reforma y dijo que "buscan
que el sistema goce de la más elevada legitimidad"].
En Colombia y México, los periodistas viven una
situación alarmante. Por eso, esos países deberían contribuir a un
genuino fortalecimiento de la RELE, alejándose de las propuestas de
Ecuador.
Afortunadamente, a otros países del hemisferio, estos
intentos de grave debilitamiento (y no de "fortalecimiento") no los han
tomado distraídos y han demostrado estar dispuestos a detenerlo
justamente en la asamblea general. Ojalá que así sea.
Articulo publicado en La Nación.
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