martes, 27 de diciembre de 2011

El público de medios audiovisuales sin defensor

Prof. Leonardo Filippini

La Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual estableció, entre otras instituciones,  una Defensoría del Público con funciones tales como recibir y canalizar las consultas, reclamos y denuncias del público de la radio y la televisión, incluso ante la justicia; convocar a los sectores interesados para crear un ámbito participativo de debate permanente sobre el desarrollo y funcionamiento de los medios de comunicación; llamar a audiencias públicas y evaluar el adecuado funcionamiento de los medios de radiodifusión; proponer modificaciones de normas reglamentarias; formular recomendaciones públicas a las autoridades y, en general, representar los intereses del público.

La Defensoría del Público debería haber sido puesta en funciones por una resolución conjunta de ambas Cámaras del Congreso, a propuesta de la Comisión Bicameral de Promoción y Seguimiento de la Comunicación Audiovisual. Y, en el mejor de los casos, debería estar funcionando con las garantías de la Defensoría del Pueblo de la Nación prevista por la Constitución, es decir, como un órgano independiente, en el ámbito del Congreso de la Nación, con plena autonomía funcional, y sin recibir instrucciones de ninguna autoridad.

Los balances sobre la ley, con todo, en general no prestan mayor atención a la ausencia del Defensor, o peor aún, ni se lo menciona. Tal vez, otras cuestiones de mayor trascendencia y urgencia deslucen todo el interés de esta institución. Pero también es probable que exista una cierta apatía o desesperanza en nuestra práctica social y política respecto del efectivo funcionamiento de las instituciones independientes de controlar. 

En ausencia del Defensor, con todo, los medios audiovisuales operan y el estado actúa efectivamente sobre ciertas áreas de regulación. Conocemos bien, además, que los desacuerdos entre unos y otro llegan a ser muy  profundos en varios aspectos.  Pero para el público, finalmente, sólo queda escuchar y ver lo que esa combinación consigue finalmente ofrecer, sin que la única institución específicamente diseñada para nuestra mínima defensa como espectador siquiera exista, al menos, para registrar una voz crítica distinta al estado regulador y a los medios.